Al final de misión de Frodo de
destruir el Anillo Único, las numerosas dificultades pasadas, la falta de
alimentos, la atmósfera opresiva del reino de Mordor y, sobre todo, la carga e
influencia del Anillo, afectaron a Frodo profundamente, sumiéndolo en un estado
depresivo y dejándolo sin apenas fuerzas. Tuvo que ser constantemente ayudado
por Sam para seguir adelante, pero sin querer dejar que éste llevara el Anillo,
aunque cada vez parecía pesarle más.
Cuando por fin llegaron al Monte
del Destino, fueron atacados por Gollum, que los había seguido desde que
salieron del paso de Cirith Ungol. En primera instancia, consiguieron rechazar
su ataque y llegaron a una grieta por la que accedieron al recinto de los
Sammath-Naur.
Desgraciadamente, una vez allí,
el debilitado Frodo sucumbió finalmente a la maligna influencia del Anillo Único
y lo reclamó como suyo, negándose a destruirlo, para desesperación de Sam.
En el momento de ponerse el Anillo
en el dedo y desaparecer, Gollum volvió a atacar, dejando inconsciente a Sam y abalanzándose
sobre el invisible Frodo a continuación. Tras una feroz y corta pelea, Gollum
arrancó de un mordisco el dedo en el que Frodo llevaba puesto el Anillo,
apropiándose de él.
En ese instante, Gollum consiguió
recuperar el preciado tesoro del que llevaba décadas separado, quedando
invadido por una loca felicidad. Sin embargo, mientras bailaba y saltaba salvajemente
al borde del precipicio, perdió el equilibrio y cayó al vacío, hundiéndose en
la lava junto al Anillo. De ese modo quedó destruido el más poderoso de todos
los Anillos de Poder.
Al ser destruido el Anillo Único,
y con ello el principal foco de poder de Sauron, el Monte del Destino sufrió
tremendos terremotos, se inundó de lava y
acabó explotando en pedazos.
Recordando las palabras de
Gandalf, que decía que hasta una criatura como Gollum podía tener algo que
hacer en la historia, Frodo lo perdonó, ya que sin él, la Misión nunca se
habría cumplido.
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