Durante la primera Edad de las Estrellas, en los profundos pozos de Angband, Melkor el Enemigo crió una raza de caníbales gigantes, feroces y fuertes, pero carentes de inteligencia: los Trolls. Se dice que los creó por que deseaba tener una raza tan poderosa como la de los Pastores de Árboles, los Ents. Los trolls doblaban en estatura y corpulencia a los hombres más grandes, eran duros y resistentes como la roca y poseían una piel verde y escamosa.
Sin embargo, en la brujería que les dio origen había un fallo fatal, y es que temían a luz. El sortilegio de su creación se realizó en la oscuridad y, si la luz del día caía sobre ellos, el sortilegio se rompía y la coraza de su piel crecía hacia dentro: sus entidades malignas y sin alma eran aplastadas y se convetían en piedra muerta.
La estupidez de los
trolls era tan grande que muchos no podían ni siquiera aprender a hablar,
mientras que otros tan sólo sabían los rudimentos de la Lengua Negra o el
dialecto de los orcos. Aunque todo su poder a menudo no servía de nada
absolutamente contra alguien listo e inteligente, los trolls eran temidos y con
razón en las cavernas montañosas y en los bosques sombríos. Lo que más deseaban
era una dieta de carne cruda. Mataban por placer, sin razón aparente o por una
avaricia sin fines concretos, ya que almacenaban los tesoros y pertenencias que
cogían a sus víctimas.
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