El primer contacto que tuvo Pippin con los
hombres de Gondor fue con los guardias apostados en el Rammas Echor, que nunca
habían visto un mediano. Cuando Gandalf les explicó quien era y dijo que se trataba
de un “hombre valiente", el Hobbit dio una particular visión de sí mismo: “¡Un
hombre! gritó Pippin, ahora bien despierto. ¡Un hombre! ¡Nada menos cierto! Soy
un hobbit, y de valiente tengo tan poco como de hombre, excepto quizá de tanto
en tanto y sólo por necesidad. ¡No os dejéis engañar por Gandalf!."
Al llegar a Minas Tirith, Pippin quedó
completamente asombrado con la magnificencia de la ciudad, impresionándolo
sobre todo la Torre Blanca. Junto a Gandalf, atravesaron la Gran Puerta, cruzaron
los círculos de la ciudad y se entrevistaron con Denethor, el Senescal de
Gondor.
Denethor quiso saber todos los detalles sobre la
muerte de su hijo Boromir por boca del propio Pippin. Una vez hubo finalizado
el relato, el hobbit ofreció sus servicios en la corte para pagar su deuda de
gratitud con Boromir, depositando a sus pies la pequeña espada tumularia. El
Senescal lo aceptó y así fue como Pippin quedó asignado al servicio de la Guardia
de la Compañía.
Durante el asedio de Minas Tirith, Pippin salvó a
Faramir de la muerte en la hoguera fúnebre en las Casas Mortuorias de los
Senescales. Un enloquecido y desesperado Denethor pretendía inmolarse junto a
su hijo, al creer inevitable la caída de la ciudad en manos de Sauron. Gracias
a la intervención del hobbit, Gandalf pudo rescatar el cuerpo de Faramir de las
llamas, aunque no evitó la muerte del viejo Senescal.
Al finalizar la Guerra del Anillo, Pippin fue
nombrado Caballero de Gondor y Heraldo del Rey.