martes, 7 de mayo de 2013

M 196 - Pippin en Minas Tirith

El primer contacto que tuvo Pippin con los hombres de Gondor fue con los guardias apostados en el Rammas Echor, que nunca habían visto un mediano. Cuando Gandalf les explicó quien era y dijo que se trataba de un “hombre valiente", el Hobbit dio una particular visión de sí mismo: “¡Un hombre! gritó Pippin, ahora bien despierto. ¡Un hombre! ¡Nada menos cierto! Soy un hobbit, y de valiente tengo tan poco como de hombre, excepto quizá de tanto en tanto y sólo por necesidad. ¡No os dejéis engañar por Gandalf!."

 
Al llegar a Minas Tirith, Pippin quedó completamente asombrado con la magnificencia de la ciudad, impresionándolo sobre todo la Torre Blanca. Junto a Gandalf, atravesaron la Gran Puerta, cruzaron los círculos de la ciudad y se entrevistaron con Denethor, el Senescal de Gondor.


Denethor quiso saber todos los detalles sobre la muerte de su hijo Boromir por boca del propio Pippin. Una vez hubo finalizado el relato, el hobbit ofreció sus servicios en la corte para pagar su deuda de gratitud con Boromir, depositando a sus pies la pequeña espada tumularia. El Senescal lo aceptó y así fue como Pippin quedó asignado al servicio de la Guardia de la Compañía.


Durante el asedio de Minas Tirith, Pippin salvó a Faramir de la muerte en la hoguera fúnebre en las Casas Mortuorias de los Senescales. Un enloquecido y desesperado Denethor pretendía inmolarse junto a su hijo, al creer inevitable la caída de la ciudad en manos de Sauron. Gracias a la intervención del hobbit, Gandalf pudo rescatar el cuerpo de Faramir de las llamas, aunque no evitó la muerte del viejo Senescal.


Al finalizar la Guerra del Anillo, Pippin fue nombrado Caballero de Gondor y Heraldo del Rey.

jueves, 2 de mayo de 2013

M 251 - Guerrero no muerto

En muchos oscuros rincones de la Tierra Media acechan criaturas malignas y repulsivas, que esperan pacientemente al incauto viajero que tenga la desdicha de cruzarse con ellos. Pero, debido a la maldad implícita en su creación, pocos despiertan tanto horror como los no muertos.


Los responsables de estas abominaciones son los nigromantes: individuos perversos que poseen conocimientos de la oscura magia nigromántica, mediante la cual animan y controlan cadáveres, además de comunicarse con los espíritus. Sauron era el más poderoso de todos ellos y durante mil años fué conocido como el Nigromante del Bosque Negro.

  
Estos muertos vivientes tienen como finalidad únicamente el servir y obedecer a su amo y creador, careciendo de cualquier rastro de recuerdos o personalidad de su vida anterior.


A pesar del poder de la magia nigromántica, estos cadáveres animados pueden ser destruidos mediante las armas, ya sean normales o mágicas. El paso del tiempo también les afecta, debilitando las fuerzas arcanas que los mantienen activos y descomponiéndoles lentamente hasta que se deshacen y mueren definitivamente.